LA ALEGRÍA DE VIVIR

La alegría de vivir es una característica de la población congoleña. Donde hay música se olvidan las penas y se danza. Y para que haya música basta un tambor, o cualquier cosa que se le parezca.

Cuando vine por primera vez a la RD del Congo, me quedé asombrada de ver tanta alegría en medio de la pobreza. La situación que vivía el país a causa de la transición política era muy precaria. En las tiendas de la ciudad de Kolwezi se vendía solamente aceite, sal, cerillas, velas, harina y pescado salado. En la Misión estábamos a la merced de los saqueos de los militares. Pero en medio de todo, las personas sabían buscar los motivos para festejar y danzar.

Durante años trabajé en el hospital, y los pacientes se curaban con gran rapidez. Pocos enfermos morían en el hospital. Y en la maternidad, la alegría de la vida estaba siempre presente en los bebés y en sus madres. Las familias venían en procesión y acompañaban cantando a la madre que regresaba con un nuevo miembro más a la familia.

¿Qué decir de los niños? Si los niños en general son siempre las personas más alegres, los niños congoleños son especialmente felices. No solamente la inocencia les ayuda a vivir con alegría, sino que su manera de acoger, de compartir, de saber apreciar a los demás es extraordinaria. Son educados para vivir en grupo y su capacidad de crear lazos de amistad es magnífica. Al mismo tiempo, esta facilidad de relacionarse afectuosamente les permite ser libres y aceptar la separación. Con la seguridad de que es probable que vuelvan a encontrarse en otro lugar y de que allí a donde vayan podrán hacer amistades nuevas.

Jesús dice que los pobres son felices porque de ellos es el Reino de los cielos.

H. Mª Ángeles Cubillo