21 Abr La hermana Marián celebra sus votos perpetuos
Nuestra hermana Marián Hernández celebró el pasado 16 de abril de 2017, Domingo de Pascua de Resurrección, su profesión perpetua en la Capilla del Colegio Pureza de María del Cid a las seis de la tarde.
La Eucaristía fue celebrada por el sacerdote Vicente Carrascosa y la hermana Marián fue acompañada durante la ceremonia y la celebración posterior por sus familiares de Canarias y Venezuela, profesores y miembros del PAS del colegio, los misioneros de Deja Huella y las comunidades de la Pureza de María de Valencia.
La profesión perpetua es un paso decisivo en la vida de una religiosa, en él la consagrada confirma plenamente su vocación y su alianza irrevocable con Dios y la lleva a feliz término en la Iglesia en Pureza de María. Así lo expresa nuestra hermana Marián en la acción de gracias de su profesión perpetua.
¡Cristo ha resucitado!
Y yo le he visto con mis propios ojos, le he tocado con mis manos, y le he escuchado con mis oídos.
Ante Ti, Señor resucitado, mis rodillas se doblan, para expresarte mi acción de gracias.
Gracias porque te he tocado con mis propias manos a través de las personas que han estado en mi vida sosteniéndome: mi familia.
Gracias porque siempre, aun en la distancia, han estado conmigo, como ahora aquí. Gracias por mis padres, por su amor tan abnegado y siempre incondicional. Gracias por mis hermanos que me han dado todo el cariño del mundo y siempre me han apoyado y animado a seguir con valentía mi propio camino. Y gracias por mis sobrinos, que ya sabes Señor, que son mis preferidos, con ellos me das a sentir un poquito ese amor maternal que es cuidado, que es ternura.
En mi familia, Tú Jesús sanador, has sido cantidad de veces bálsamo y consuelo.
¡En este amor te he podido tocar resucitado!
También te he visto con mis propios ojos en mis hermanas de comunidad, en las que viven ahora conmigo y en las que me han acompañado momentos atrás. Con sus vidas y testimonio me has salvado de muchas de mis cegueras, me has iluminado en mis momentos de duda.
Gracias porque mis hermanas han sido y son perdón y refugio, apoyo y aliento. Gracias porque con ellas aprendo que la vida plena está en servir, no en ser servida. Ellas hoy aquí no sólo son testigos de mi consagración, sino que sé que son sostén de mi vocación y que me ayudarán a cuidarla en todo momento.
Gracias, Jesús resucitado, por salirme al encuentro en cada una de las personas que me acompañan en mi día a día en los pasillos y las aulas del colegio. Mi vida sin esos alumnos, y sin mis compañeros de misión, sería realmente como un jardín sin flores o un cielo sin estrellas.
Ahí, con ellos, llenas de sentido mis días. ¡¿Cómo no reconocerte también allí resucitado?! Te he escuchado en sus voces, en sus rostros, estás de corazón en cada uno de ellos resucitando.
Te he tocado, te he visto, te he escuchado… y ¡creo en tu resurrección!
Y así lo he experimentado también en mi interior y quiero darte gracias por nuestra historia juntos.
Gracias por mi vocación, por hacerme sentir inmensamente amada y elegida para ser Tuya desde que tenía 15 años porque desde entonces sé dónde está mi felicidad auténtica: en Ti y Contigo. Gracias porque en estos trece años has ido conquistando poco a poco mi corazón y me has ido modelando a tu modo.
Y gracias, sí, porque en este camino juntos no me has ahorrado el dolor y las dificultades. No has evitado que cayera e incluso que me hiciera daño, pero siempre has venido a levantarme y a sanar con infinita ternura mis heridas. Gracias a estos momentos de sufrimiento y extravío he conocido tu misericordia, tu amor que se sirve de cualquier circunstancia para salvar, para rescatarnos…
Gracias, Señor, por sacarme de mis tinieblas y hacerme al fin VIVIR. Es por tu cruz que hoy podemos celebrar la resurrección y anunciar llenos de certeza: ¡Jesús ha resucitado! Y lo sé porque le he visto…
Gracias, Señor.
Hermana Marián
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