Prioridades para el sexenio 2021-2027
UNA DISPOSICIÓN
Nos disponemos con serena atención para vivir en clave de discernimiento
UN MODO
Deseamos ser evangelio vivo a través de una presencia amable, acogedora y cercana
UN CAMINO
Queremos caminar juntos en sinodalidad desde un liderazgo al estilo albertiano
UNA APUESTA
Apostamos por cuidar la fragilidad desde una ecología integral que pone a la persona en el centro.
Y TODO ELLO DESDE UNA PROFUNDIZACIÓN CADA VEZ MAYOR EN EL CARISMA ALBERTIANO QUE, DE LA MANO DE MARÍA, NOS IMPULSA A DAR RESPUESTA AL MUNDO DE HOY.
UNA DISPOSICIÓN:
Nos disponemos con serena atención para vivir en clave de discernimiento.
“María guardaba todas estas cosas meditándolas en su interior” (Lc 2,19).
“Andaré siempre en la presencia de Dios y pondré especial cuidado en la rectitud de intención” (Madre Alberta, EE 1889)
Deseamos adquirir esa serena atención, que sabe estar plenamente presente ante cualquier persona y realidad, descubriendo en todo a Dios (Cfr. LS 222, 226).
Consideramos necesario vivir en una dinámica de discernimiento continuo que nos permita crecer en libertad interior. El examen ignaciano se nos presenta como medio indispensable para conocer nuestras motivaciones y orientar nuestras decisiones a lo que más nos conduzca a vivir según el Evangelio.
Nos ayudará distribuir nuestro tiempo, de manera que cuidemos, tanto la oración personal, el trabajo y el descanso, como la conversación espiritual que fortalece nuestras relaciones interpersonales.
Conscientes de que todas estamos en camino, nos disponemos para acompañar procesos de vida, reconocer las mociones del Espíritu y acoger la voluntad de Dios.
Confiadas en la bondad de un Padre Providente, nos abandonamos a su acción para, en plenitud y con gozo, vivir cada vez más centradas en Cristo.
UN MODO:
Deseamos ser evangelio vivo a través de una presencia amable, acogedora y cercana.
“En cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno…” (Lc 1,41).
“Santa alegría, cariño y dulzura para todo el mundo.” (Madre Alberta, C. 222).
Deseamos “recuperar la amabilidad” (Cfr. FT 222-224) para llevar una vida más fraterna y evangélica.
Solo sintiéndonos perdonadas y acogidas en Dios, podremos tener una mirada misericordiosa y acogedora hacia las Hermanas y personas que se relacionan con nosotras.
Queremos revitalizar la celebración de la Eucaristía, donde “la comunidad se construye, se fortifica y consolida cada día” y de donde “se alimenta el amor fraterno” (Cfr. Const. 61). Nuestra presencia, impulsada por esta vivencia eucarística, reflejará una cercanía gozosa a toda persona, sin exclusión.
Apostar por una cultura del encuentro nos abre al diálogo y la escucha, a la hospitalidad y al reconocimiento del prójimo como un don, agradeciendo su diversidad y percibiendo sus necesidades.
Deseamos explicitar esta acogida de forma especial con MFA, con quienes compartimos nuestro carisma y espiritualidad.
EN CAMINO:
Queremos caminar juntos en sinodalidad desde un liderazgo al estilo albertiano
“Todos ellos perseveraban en la oración con un mismo Espíritu, en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús y de sus hermanos” (Hch 1, 14).
“Vea usted lo que conviene y resuélvalo con libertad” (Madre Alberta, C. 118).
Deseamos que nuestro liderazgo brote de una profunda experiencia de Dios, disponiéndonos mediante el discernimiento personal y la confianza en el Padre. Esto implica recuperar el sentido de misión en cualquier responsabilidad que nos confíen para entregarnos con espíritu de servicio.
Acogiendo la llamada de la Iglesia a liderar en sinodalidad, nos sentimos convocadas a crear sinergias: hemos de sumar y no competir. Necesitamos formarnos, no solo en habilidades sociales, sino sobre todo en actitudes internas que posibiliten y propicien esta sinodalidad. Queremos generar climas de diálogo y buena comunicación, de escucha y discernimiento comunitario. Asimismo, queremos impulsar la corresponsabilidad y el crecimiento de las personas, potenciando sus capacidades. Deseamos avanzar en el camino de la misión compartida.
Aspiramos a que nuestro liderazgo, en lo comunitario y profesional, esté centrado más en las personas que en las tareas. Para ello será necesario transformar algunas estructuras organizacionales. El liderazgo conlleva la dimensión profética que, en ocasiones, supondrá abrazar la cruz de Jesucristo y compartir su soledad. Viviendo estos momentos unidas a Él, seremos capaces de transmitir esperanza y vivir con gozo la misión.
UNA APUESTA:
Apostamos por cuidar la fragilidad desde una ecología integral que pone a la persona en el centro.
“Dio a luz a su hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo reclinó en un pesebre porque no encontraron sitio en la posada” (Lc 2,7).
“Los últimos y más pequeños en la tierra son los primeros y más grandes en el cielo” (Madre Alberta, EE 1896).
Desde la concepción de “ecología integral” que nos propone el Papa Francisco, queremos apostar por poner a la persona en el centro, promoviendo una cultura del encuentro para combatir la cultura del descarte. Nos impulsa la conciencia de que todos estamos conectados y somos parte de la Creación de Dios, responsables unos de otros, del entorno, de nuestra Casa Común y de modo especial, de quien no sabe, no puede, no tiene y no cuenta. Nos sentimos llamadas a cultivar una contemplación agradecida del mundo y a desarrollar cada vez más la capacidad de salir de nosotras mismas hacia el otro, acogiendo a cada persona en su don y su fragilidad y acompañando cada etapa de la vida, como María, la madre de Jesús, que le cuidó y ahora cuida con afecto y dolor materno este mundo herido (Cfr. LS 241).