02 Ene QUÉ BONITO ES QUERER
Qué bonito es saber qué siempre estás ahí
Creo que te suena este verso, sí, de una canción que se escucha mucho últimamente. Yo al escucharla, y cantarla por lo bajito, me he quedado enganchada a esta frase: Qué bonito es saber qué siempre estás ahí.
Siempre estás ahí…
Ahí donde si estás tú no llegan las palabras que hieren como espadas,
ni el rumor de las bombas, ni el romper de cristales, todo porque tú estás cerca.
Ahí, donde el viento no descuaja los cedros altísimos, sino que se mueve como la brisa suave
en el monte Horeb.
Ahí, donde se deja el cántaro vacío y se va uno con el corazón rebosante de gracia,
ahí donde se deja el manto, y se coge la vida nueva y los ojos nuevos del que cree, espera y confía en ti.
Ahí, donde el perfume de nardo llena la casa, penetra en el corazón,
se mezcla con las lágrimas y unge los pies del Maestro…
Estás ahí, en un encuentro fortuito que restaña heridas aún sangrantes,
y devuelve a la piel su color natural.
Ahí donde la caricia de un bebé nos lleva a años luz de nuestros días y nuestros años, que
llevan ya las canas en el corazón y nos hace mayores por dentro antes que por fuera;
Pero… si estás ahí, los años se convierten en dones y regalos de tus manos, las canas experiencia
marcada suavemente día a día hora tras hora, como la vida misma, y dentro el corazón es un
corazón que late a ritmo de adolescencia con la madurez de los inviernos que pasaron.
Si siempre estás ahí
Si siempre estás ahí, el agua nunca nos falta, la sed siempre es aplacada, la noche se vuelve
manto de estrellas, las lágrimas no hacen daño, se suavizan los dolores, y la paz juguetea por
nuestras plazas.
Saber que estás ahí, nos hace fuertes en la debilidad, como dice S. Pablo,
perdonadores de corazón, miembros de tu Cuerpo Místico, piedras vivas de tu Iglesia.
Saber que estás ahí rompe barreras, purifica el alma, desata nudos, unge las heridas con
bálsamo, devuelve la vista al corazón, nos hace hombres nuevos, regenerados con tú Espíritu…
si Tú estás ahí.
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